jueves, 20 de octubre de 2011


Lo podríamos llamar "El secreto de Juan Pablo II"

¿Cuál ha sido el secreto de este Papa?

¿Por qué ha podido mover el mundo como si fuera un a tabla de ajedrez?

Para responder daremos uso a una pequeña anécdota que a nuestro parecer puede arrojar luz sobre estas interrogantes. En una ocasión, no hace mucho tiempo, un periodista entrevistó a un cardenal del Vaticano: "¿Qué piensa usted de Juan Pablo II?", si se quiere fue una pregunta un tanto general. Y el Cardenal del Vaticano le respondió con claridad. Sin duda alguna, el hoy beato Juan Pablo II, era un hombre muy de la Tierra y muy de Dios. Hasta en algunos momentos de su vida pareciese que no sólo quería "seguir" a Jesucristo, sino
que quería dejarle entrar -a través de la oración y los sacramentos- hondamente en su corazón; permitiendo de una forma tal que Cristo vivirá en él y actuara desde su interior. Así, desde este lazo de amor se explica la gran atracción de este Papa, que fue como un imán, no sólo para millones de jóvenes que acudieron puntualmente a sus citas, sino para gente de todas las edades y condiciones: que pudieron experimentar la bondad de Cristo en su presencia. "Es un hombre sumamente peligroso," a lo que el periodista muy estupefacto de tan denunciante respuesta no le quedo más que responder "¿Por qué es peligroso?". Y el cardenal con una sonrisa en sus labios le dijo de manera afirmativa: "Confía completamente en Dios," señalando, probablemente, una de las actitudes más características y profundas de este hombre que supo amar y dar su vida por el evangelio.

martes, 18 de octubre de 2011

HACERSE CATEQUISTA DIA A DIA

Como muchos saben ¡«Ser catequistas» no es cosa fácil! Es mucho más sencillo «dar catecismo»... porque es a horas establecidas... con un texto que explicar en las manos... con un programa a desarrollar... es por eso, que me atrevo a decir que se incurre en este peligro cuando uno se convierte en un catequista con demasiada rapidez, es si se quiere una realidad pastoral que muchas veces demanda y hasta con urgencia una contribución inmediata a la educación de los muchachos en la fe. Es por eso, que tenemos que tener en cuenta que antes que nada es importante «ser catequistas» y lo demás viene por sí solo.

Ahora bien, catequistas, hemos querido hablar de esto ¿por qué tal vez tú mismo o tú misma, después de haber adquirido el método y asimilado mejor el mensaje cristiano, adviertes en este punto precisamente la necesidad de definir y cualificar tu identidad? Identidad que no debe ni puede ser otra que «ser catequista».

Por otro lado, y sin duda cabría preguntarnos ¿Deseo convertirme en catequista?, es decir, deseo rehacer un camino que personalmente me compromete a lo largo y ancho de un itinerario de fe que me sitúan junto a los muchachos para crecer con ellos en la vida de comunión con el Señor, en la escucha de la Palabra de Dios, en la oración y en la participación asidua a los sacramentos, de manera especial la Eucaristía y la Reconciliación.

Volviendo la mirada hacia lo antes dicho, el catequista, por ningún motivo, debe olvidarse nunca de que la eficacia de su ministerio, más que a aquello que dice, será correspondiente a aquello que es, al calor que dimane de los ideales por él vividos y que irradie de todo su comportamiento, es decir, que el catequista debe ser tanto en palabras como en obras testimonio en todo lugar y momento. Teniendo en cuenta que su preocupación primordial no será, solo la de adecuar su propia vida espiritual sino también la de aquellos que él o ella enseña, cultivando para esto la oración, la meditación de la palabra de Dios, la fidelidad en el propio cumplimiento del deber, la caridad para con los hermanos indigentes (mas necesitados), y la esperanza de los bienes eternos.


Como resultado de que no nos ejercitamos bien en todo lo antes mencionado mucha veces hasta somos capaces de preguntarnos ¿Es acoso posible llegar a descubrir la propia identidad de un verdadero catequista? Y eso pasa porque no somos capaces de ver en ella precisamente: Un don (regalo) antes que un compromiso, una vocación antes que una opción personal, una respuesta de fe antes que un simple servicio de promoción humana.


En consecuencia podemos decir, como complemento, que a pesar del esfuerzo que pongamos en ser unos buenos catequistas, sino tenemos en cuenta todos estos caracteres de lo que es ser catequista, a pesar del esfuerzo no podremos ser un buen catequista que se hace o debería hacerse como lo referimos en el titulo día a día

martes, 5 de abril de 2011

¿Cómo ser misionero, sobre todo en este tiempo y mundo de hoy?

¿Qué es ser misionero?

Para hablar sobre el tema de las misiones y de lo que es ser misioneros o misioneras conviene aclarar primeramente algunas persecciones sobre los mismos, esto porque hoy en día hay una “explosión misionera” vista como un gran fenómeno dentro de las comunidades cristianas (Iglesia) que, por una parte, está bien en cuanto se hace con buena voluntad; pero por otra, al no tener claras las ideas, se queda -aunque no, nos guste- todo en eso, en buena voluntad. Por eso, hablaremos en primer lugar sobre:

Los Fundamentos y Fines de la Misión

Son muy frecuente tanto en nuestro mundo secularizado como en nuestro país estas preguntas: ¿Tiene sentido hoy en día ser misionero? ¿No se puede ser misionero – o sea, colaborar con el bien de los pobres – sin ser creyente? etc…

ahora bien, una misión existe cuando, además del enviado, hay alguien más que envía con autoridad para hacerlo y un servicio que prestar o un mandado que cumplir. El que envía es el que determina el objeto del envío. En nuestro caso como misioneros y misioneras, el que envía no puede ser otro que Dios. Por eso al hablar de misión debemos decir que es un movimiento de amor de Dios al mundo; en donde la Iglesia es el instrumento para esa misión. En síntesis “existe la Iglesia porque existe la misión y no al revés”. Por tal razón, participar en la misión o ser misionero es, pues, participar en el movimiento del amor de Dios hacia su pueblo.

Otras de las preguntas son sin duda alguna ¿cuál es el objeto de la misión en el mundo? ¿Establecer hospitales, escuelas o servicios de asistencia social? ¿Crear una nueva conciencia política? ¿Defender el respeto a los derechos humanos? ¿Anunciar una “salvación eterna” sin mirar mucho ni poco las necesidades actuales?

Según vemos en estas preguntas, a la Iglesia reducida a ser una gran ONG, o mas coloquialmente una especie de agencia que reparte billetes para la eternidad.

Pues no, y aunque a muchos no les parezca, el objetivo de la misión es una salvación integral total, sin dualismos. Salvación para el individuo (hombre y mujer) que está llamado a encontrar su propia plenitud y salvación. Para la comunidad en cuanto tal que camine en la liberación del mal y de crecimiento en la verdad, y el bien. Y, sobre todo, recuperar
la amistad perdida y siempre deseada con el Creador.

Y ¿Cómo, de dónde o de quién le viene esa salvación? Para el creyente, la respuesta está en la persona, mensaje, vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Ya como vemos en capitulo 28 del evangelio de san Mateo Él precisamente es el que envía: “vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos. Y enséñeles a obedecer lo que yo les he mandado a ustedes (Mt 28, 19-20).

Los Ámbitos y Lugares de la Misión

Por otra parte, hay quienes dicen, entre los cristianos, que el salir de tus fronteras geográficas, culturales, como dice el sentido más primitivo de Misión el cual reseñábamos en el parrafazo anterior ha terminado, puesto que el Evangelio ha sido predicado en todas partes y existen ya Iglesias locales en todos los continentes y países.

Por tanto ¿qué sentido tiene hoy enviar misioneros a otras latitudes, cuando aquí tenemos lugares alejados de la fe y con menos vocaciones? ¿No es más misionero el que colabora en una parroquia que el que colabora con alguna comunidad joven de África o de América? ¿No será mejor que cada uno colabore con el Reino allí donde vive,

Según Mnsr. Bruno Forte (Arzobispo de Chieti-Vasto (Italia), teólogo y eclesiástico) dice que la misión se realiza hoy en estos contextos fundamentales:

- En el mundo postmoderno, que prescinde de Dios y se cree el único erigirse en salvador de otros? protagonista de su historia.

- En el reverso de la historia: que se refiere a esa gran cantidad de gente que vive miserablemente, los millones de pobres del Sur.

- Las grandes religiones: Islam, hinduismo, budismo, sintoísmo.

- Las grandes ciudades: con sus guetos, sus reinos de la muerte, el pero, la miseria, las favelas. Sin servicios higiénicos o sanitarios, can grandes bolsas de droga…

- Los pueblos marginados en los cinco continentes.

- Las nuevas situaciones de sufrimiento humano: millones de refugiados, huidos de sus países. Millones de emigrantes, con desarraigo familiar, social, etc. Millones de desplazados dentro del mismo país. Millones de analfabetos, de mujeres maltratadas, sin derechos, afectados por las guerras, por estructuras económicas o políticas injustas.

Estas situaciones son tan distintas entre sí que la misión tiene que llevarse a cabo con respuestas diferenciadas. Nuestro muy querido y recordado papa Juan Pablo II acuñó las categorías de la actividad pastoral de la Iglesia, “nueva evangelización” y misión ad gentes”. Para hacernos ver que aunque estas categorías se entremezclan y no se dan de manera separada, están suficientemente diferenciadas entre si como para exigir carismas, actitudes y organizaciones diferenciados. Ya que no es de ninguna forma lo mismo plantearse la nueva evangelización en Latinoamérica que intentar anunciar el Evangelio en China, atender a los refugiados de Sudán que renovar la apertura a Dios en Suecia, por ejemplo. También existe diferencia entre ser misionero entre seguidores de las religiones africanas que entre los del hinduismo o las masas secularizadas de Occidente. Pero, sin embargo, en medio de todo eso, Juan Pablo II ha querido dejarnos claro el que no se confundan las cosas y que descubramos que la primera evangelización es la primera obligación de la Iglesia.

La iglesia necesita misioneros, pero misioneros que sean personas, que acojan como un gran tesoro el amor de Dios que les ha sido regalado gratuitamente y lo expresen gratuitamente, según los propios carismas y al servicio de los muchos grupos humanos que hoy, como siempre, los están esperando.

Métodos y estilos

Y en cuanto a los métodos se cuestiona el que parezca que se está colonizando, que se está imponiendo la superioridad de otros pueblos, culturas y religiones.

Es impresionante ver como en muchos ámbitos del mundo se incrementa el grito de una humanidad necesitada y deseosa de acoger el mensaje de la verdad y de amor, de perdón y de compromiso, de justicia y de apertura al Creador del que la Iglesia es heredera. Pero sin embargo la pregunta que nos queda es ¿Cómo?.

En cuanto a los cristianos, dice el Papa “podemos juzgar con certeza que el futuro nos ofrecerá la Epifanía de un nuevo aspecto de la plenitud de Cristo. Esto nos hará vibrar de alegría de poder colaborar de algún modo en las nueva y maravillosas formas de vida que Dios comienza a hacer crecer en la Iglesia”. (Juan Pablo II, viaje a Hungría, 1991) Por eso, hay que tener prudencia histórica y confianza básica, mente y corazón abiertos al Espíritu para percibir los caminos que la misión deberá correr. Así surgirán carismas nuevos que respondan a exigencias nuevas, según sean los retos planteados. Para eso deberán constar de los siguientes elementos:

- Actitud contemplativa: No perderse en la vorágine de los acontecimientos, informaciones, etc., sino que encuentren dentro de sí mismos una fuente de sabiduría y amor. Como siempre, la palabra válida saldrá del silencio.

- Conocer las diversas culturas: Abrirse a otras culturas y pueblos. Conocimiento no sólo cultural, sino amoroso. Ver lo positivo de ellas.
- Una apertura a los signos de los tiempos: Por ejemplo: la defensa de la dignidad humana, el nuevo papel de la mujer, la independencia de los pueblos, el valor de la libertas y autonomía, la solidaridad, la ecología, el rechazo a la guerra…

Estos valores son aunque no lo creas el resultado de muchos seres humanos, hombres y mujeres que movidos por la acción del Espíritu Santo. Y de igual forma la acción misionera debe sintonizar con ellos para que a su vez ellos colaboren a su expansión.

Por ultimo cabe decir que para que se de todo esto es necesario una contemplación cada vez más profunda del misterio de Cristo de manera especial el misterio Eucarístico: Al mismo tiempo que se contempla la acción de Dios en las culturas, en los grupos humanos, en la historia, el misionero debe beber cada vez más del río inagotable que es la persona de Jesucristo, fuente de agua viva y respuesta a los interrogantes del hombre y de los pueblos.

jueves, 24 de marzo de 2011

Escoger la vida en la libertad, punto central para la felicidad eterna"

"Escoger la vida en la libertad, punto central para la felicidad eterna"

Para la siguiente reflexión tomaremos el encuentro entre el Señor Jesús y el joven rico del evangelio, para abarcar el tema de la libertad como punto central para definir el temario de nuestra felicidad eterna, la cual percibimos y a la que estamos llamados, pues sólo nosotros, los hombres -no hablo aquí de los ángeles- nos unimos al Creador por el ejercicio de nuestra libertad.

Esta posibilidad compone el claroscuro de la libertad humana. El Señor nos invita al igual que al joven rico ¡por qué nos ama entrañablemente! a seguir sus caminos y de guardar sus mandamientos, decretos y preceptos… Escoge la vida, para que vivas.

¿Mantengámonos inmutable y firme a la elección de Vida? ¿Si al oír esa voz de Dios, amabilísima, que nos estimula a la santidad, respondemos libremente que sí? Volvamos la mirada a nuestro Jesús, cuando habla al joven rico no pretende imponerse. Si quieres ser perfecto..., dice al joven rico. Aquel muchacho rechazó la insinuación, y cuenta el Evangelio que abiit tristis, que se retiró entristecido. Por eso alguna vez lo he llamado el ave triste: perdió la alegría porque se negó a compartir su libertad con Dios.

Consideremos que la pregunta para comprender mejor lo que el Señor nos pide; luego, la respuesta firme del joven: SI! Luego todo lo que después viene, dejando de lado el fruto de la mejor libertad: la de decidirse por Dios.

¿Pero cuál es El sentido de esta libertad? Creo que nunca podremos terminar de entenderla. Pero el tesoro preciosísimo de seguirle nos debe mover a pensar: ¿por qué me has dejado, Señor, este privilegio, con el que soy capaz de seguir tus pasos, pero también de ofenderte? Llegamos así a calibrarlo que será el recto uso de la libertad si se dispone hacia el bien; y su equivocada orientación, cuando con esa facultad el hombre se olvida, se aparta del Señor. La libertad personal que nos lleva a rogar con convencida seguridad, consciente también de nuestra propia flaqueza: ¿qué esperas de mí, Señor, para que yo voluntariamente lo cumpla?

Nos responde el mismo Cristo: veritas liberabit vos; la verdad os hará libre. Qué verdad es ésta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino de la libertad, que provienen de la relación entre Dios y sus criaturas: saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos hijos de tan gran Padre.

Persuadidos, para ganar el cielo o la vida eterna que el joven le pidió a Jesús; hemos de empeñarnos libremente, con una plena, constante y voluntaria decisión. Pero la libertad no se basta a sí misma: necesita un norte, una guía. Y ese norte, esa guía es el Señor Jesús, sólo Él es el Camino, la Verdad y la Vida... Preguntémonos de nuevo, en la presencia de Dios: ¿por qué has depositado en nosotros esa facultad de escogerte o de rechazarte? Tú deseas que empleemos acertadamente esta capacidad nuestra, como lo hizo con el joven rico, pues la libertad adquiere su auténtico sentido cuando se ejercita en servicio de la verdad que rescata.

Esta meditación va en un punto fundamental, que nos enfrenta con la responsabilidad de nuestra conciencia. Nadie puede elegir por nosotros: he aquí el grado supremo de dignidad en los hombres: que por sí mismo y no por otro, se dirijan hacia el bien.

La libertad personal, vista como una libertad sin fin alguno, sin norma objetiva, sin ley, sin responsabilidad, es en una palabra: el libertinaje. Desgraciadamente, es eso lo que algunos propugnan, constituyendo un atentado a la fe.

Por eso, no está bien valorar como de buena categoría moral que el hombre rechace a Dios. Pues aunque podamos oponernos a los designios salvadores del Señor, no debemos hacerlo.

EL RELATO DE LA CREACIÓN EN EL GÉNESIS MENTIRA, MITO O VERDAD

EL RELATO DE LA CREACIÓN EN EL NESIS MENTIRA, MITO O VERDAD

¿Qué es el relato de la creación es mentira, mito o verdad? iremos a el principio del libro del Génesis específicamente en sus capítulos 1 y 2 los cuales nos narran la creación del mundo y del hombre, la primera caída y sus consecuencias posteriores a saber: homicidios y poligamia, corrupción creciente, alejamiento de Dios y de los hombres entre sí. Estos capítulos son la respuesta al problema de la existencia del mal en el mundo, un mundo que fue creado originalmente bueno por Dios.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que este relato no contiene historia en el sentido moderno de la palabra, sino que cuenta en lenguaje sencillo y simbólico las verdades fundamentales sobre los orígenes del género humano. En otras palabras, se trata una reflexión sobre los temas que preocupan al hombre de todos los tiempos: ¿Quiénes somos? ¿De donde venimos? ¿A donde vamos? ¿Por qué existe el mal, la enfermedad, el sufrimiento? En definitiva, estos capítulos manifiestan que al momento de la creación del mundo y del hombre las cosas no eran como ahora, sino muy distintas. Veamos como eran... Ya en el primer relato de la creación (génesis 1,1-2,4ª) se nos narra que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gen 1,1). Con sólo 7 palabras (símbolo de la totalidad), “En el principio” sólo existía Dios. “Creó” es el término que la Biblia aplica a la acción de Dios por la que produce algo nuevo tanto en el orden cósmico como salvífico. “Los cielos y la tierra” simbolizan la totalidad del mundo visible, el mundo real, el mundo palpable.

Según el relato al hablarnos de la creación del mundo comienza diciéndonos que por encima del caos sobrevolaba el espíritu de Dios (ruah) que más tarde transformará el caos en un mundo habitado y perfectamente ordenado en un tiempo de seis días: 3 días para eliminar la confusión y otros 3 para adornar u ornamentar la vaciedad. Reflejando sin duda el esquema de la semana, en el primer triduo, Dios edifica el mundo, separando cada día los elementos contrarios. En el segundo triduo, coloca en cada lugar a sus correspondientes habitantes. Para colocar 8 obras en 6 días laborables, sitúa dos obras en días simétricos: tercero y sexto. Todo concluye con el descanso sabático.

En cada uno de los seis días se repite la misma fórmula: Dios dice y la cosa se hace, Dios ve que es buena, la bendice y le impone un nombre. Y cada día de la creación termina con un estribillo: “Y atardeció y amaneció, día primero, segundo...” Esta forma de escribir indica que nos hallamos ante un himno al Dios creador, cuya estructura en estrofas divididas por un estribillo facilitan su memorización y recitación.

En conclusión, creo personalmente, que el relato de la creación es un mito de la verdad que sin duda alguna cuenta una historia sagrada; relatando un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo. Dicho de otro modo: el mito cuenta cómo esta realidad ha venido a la existencia, describiendo las diversas, y a veces dramáticas, irrupciones de Dios en el Mundo

martes, 28 de julio de 2009

JESUCRISTO PRESENTE EN LA EUCARISTIA

Hermanos y hermanas en este tiempo he podido darme cuente y comprobar por muchas experiencias tanto ajenas como propias que ciertamente son varios los caminos por los que podemos acercarnos al Señor Jesús y así vivir una existencia realmente cristiana, es decir, según la medida de Cristo mismo, de tal manera que se llegue a cumplir lo que dice el Apostol Pablo en la carta a los Galatas "que sea Él mismo quien viva en nosotros (Gál 2,20).

Puesto que una vez ascendido a los cielos el Señor nos dejó como regalo su Espíritu. Y con su promesa asegura su presencia hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Es por esto que no nos debe quedar ninguna duda de que Jesucristo se hace realmente presente en su Iglesia no sólo a través de la Sagrada Escritura, sino también, y de manera más excelsa, en la Eucaristía.

ahora en otra parte del evangelio se nos muestran frases como venid a mí pero ¿Qué quiere decir Jesús con "venid a mí"? y a al mismo tiempo nos da respuesta puesto que Él mismo nos revela el misterio más adelante diciendonos lo que realmente es : "Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea en mí no tendrá nunca sed." (Jn 6, 35). No es otra cosa a mi parecer que un invitacion, ¡si! Jesús nos invita, nos invita a alimentarnos de Él. Y acaso no es en la Eucaristía donde nos alimentamos del Pan de Vida que es el Señor Jesús mismo.

no es meramente una forma simbólica

Aunque Cristo, podría haber hablando simbólicamente en otros pasajes, ya que Él dijo: "Yo soy la vid" y Él no es una vid; o "Yo soy la puerta" y Cristo no es una puerta.

Pero el contexto en el que el Señor Jesús afirma que "Él es el pan de vida" no es algo simbólico o alegórico, sino doctrinal. O en otras palabras, un diálogo con preguntas y respuestas como Jesús suele hacer al exponer una doctrina.

Es por eso que a las preguntas y objeciones que le hacen los judíos en el Capítulo 6 de San Juan, Jesucristo responde reafirmando si se quiere con autoridad el sentido inmediato de sus palabras. y lo vemos en una forma clara puesto que entre más rechazo y oposición encuentra, más insiste Cristo en un sentido único de sus palabras: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (Jn 6, 55).

Y aunque esto hace que los discípulos le abandonen (Jn 6, 66). Jesucristo no intenta retenerlos tratando de explicarles que lo que acaba de decirles es tan solo una parábola. Sino que por el contrario, interroga a sus mismos apóstoles al decirles: "¿También vosotros queréis iros?". Y Pedro responde: "Pero Señor... ¿con quién nos vamos si sólo tú tienes palabras de vida eterna?" (Jn 6, 67-68).

Fue en esos momentos en donde los Apóstoles entendieron el sentido inmediato de las palabras de Jesús en la última cena. "Tomó pan... y dijo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo." (Lc 22,19). Y ellos en vez de decirle: "explícanos esta parábola," tomaron y comieron, es decir, aceptaron el sentido inmediato de las palabras. Jesús no dijo "Tomad y comed, esto es como si fuera mi cuerpo, es un símbolo de mi sangre".


Alguno podría objetar que las palabras de Jesús "haced esto en memoria mía" no indican sino que ese gesto debía ser hecho en el futuro como un simple recordatorio, es decir, un hacer memoria como cualquiera de nosotros puede recordar algún hecho de su pasado y, de este modo, "traerlo al presente".

Pero, sin embargo esto no es así, porque memoria, es decir, anamnesis o memorial, en la Sagrada Escritura en el sentido empleado, no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. Es por eso que en la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales.

Así, pues, cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, ciertamente hace memoria del acontecimiento de la Pascua de Cristo y en ésta se hace presente: el sacrificio que el mismo Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, el cual permanece siempre actual (Hb 7, 25-27). Por ello la Eucaristía es un sacrificio (Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1363-1365), y San Pablo afirmando esto expone la fe de la Iglesia en el mismo sentido: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?". (1Cor 10,16). La comunidad cristiana primitiva, los mismos testigos de la última cena, es decir, los Apóstoles, no habrían permitido bajo ninguna circunstancia que Pablo transmitiera una interpretación falsa de este acontecimiento.

Finalmente, si fuera simbólico cuando Jesús afirma: "El que come mi carne y bebe mi sangre...", entonces también sería simbólico cuando añade: "...tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54). ¿Acaso la resurrección es simbólica? ¿Acaso la vida eterna es simbólica?

Todo, por lo tanto, favorece la interpretación literal o inmediata y no simbólica del discurso. No es correcto, pues, afirmar que la Escritura se debe interpretar literalmente y, a la vez, hacer una arbitraria y brusca excepción en este pasaje.

segun lo ya planteado en los parrafos anteriores nos lleva a preguntarnos que Si la misa rememora el sacrificio de Jesús, ¿Cristo vuelve a padecer el Calvario en cada Misa?

Y la carta a los Hebreos nos dice: "Pero Él posee un sacerdocio perpetuo, porque permanece para siempre... Así es el sacerdote que nos convenía: santo inocente...que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día... Nosotros somos santificados, mediante una sola oblación ... y con la remisión de los pecados ya no hay más oblación por los pecados." (Hb 7, 26-28 y 10, 14-18).

La Iglesia enseña que la Misa es un sacrificio, pero no como acontecimiento histórico y visible, sino como sacramento y, por lo tanto, es incruento, es decir, sin dolor ni derramamiento de sangre (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1367).Por lo tanto, en la Misa Jesucristo no sufre una "nueva agonía", sino que es la oblación amorosa del Hijo al Padre, "por la cual Dios es perfectamente glorificado y los hombres son santificados" (Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium n. 7). Y el sacrificio de la Misa no añade nada al Sacrificio de la Cruz ni lo repite, sino que "representa," en el sentido de que "hace presente" sacramentalmente en nuestros altares, el mismo y único sacrificio del Calvario (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1366; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios n. 24).

Y el texto de Hebreos 7, 27 no dice que el sacrificio de Cristo lo realizó "de una vez y ya se acabó", sino "de una vez para siempre". Esto quiere decir que el único sacrificio de Cristo permanece para siempre (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1364). Por eso dice el Concilio Vaticano II: "Nuestro Salvador, en la última cena, ... instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz." (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium n. 47). Por lo tanto, el sacrificio de la Misa no es una repetición sino re-presentación y renovación del único y perfecto sacrificio de la cruz por el que hemos sido reconciliados.

jueves, 2 de julio de 2009

SER COMO LA LANZA DE AQUILES, QUE HIERE Y SANA

SER COMO LA LANZA DE AQUILES, QUE HIERE Y SANA.
 
"Se dice eso de los males que causan finalmente algún bien, o de los inconvenientes que revierten al cabo en algún suceso positivo. En general, esto se puede usar para referirse a cosas que contienen en sí mismas el remedio para el mal que causan".