¿Cómo ser misionero, sobre todo en este tiempo y mundo de hoy?
¿Qué es ser misionero?
Para hablar sobre el tema de las misiones y de lo que es ser misioneros o misioneras conviene aclarar primeramente algunas persecciones sobre los mismos, esto porque hoy en día hay una “explosión misionera” vista como un gran fenómeno dentro de las comunidades cristianas (Iglesia) que, por una parte, está bien en cuanto se hace con buena voluntad; pero por otra, al no tener claras las ideas, se queda -aunque no, nos guste- todo en eso, en buena voluntad. Por eso, hablaremos en primer lugar sobre:
Los Fundamentos y Fines de la Misión
Son muy frecuente tanto en nuestro mundo secularizado como en nuestro país estas preguntas: ¿Tiene sentido hoy en día ser misionero? ¿No se puede ser misionero – o sea, colaborar con el bien de los pobres – sin ser creyente? etc…
ahora bien, una misión existe cuando, además del enviado, hay alguien más que envía con autoridad para hacerlo y un servicio que prestar o un mandado que cumplir. El que envía es el que determina el objeto del envío. En nuestro caso como misioneros y misioneras, el que envía no puede ser otro que Dios. Por eso al hablar de misión debemos decir que es un movimiento de amor de Dios al mundo; en donde la Iglesia es el instrumento para esa misión. En síntesis “existe la Iglesia porque existe la misión y no al revés”. Por tal razón, participar en la misión o ser misionero es, pues, participar en el movimiento del amor de Dios hacia su pueblo.
Otras de las preguntas son sin duda alguna ¿cuál es el objeto de la misión en el mundo? ¿Establecer hospitales, escuelas o servicios de asistencia social? ¿Crear una nueva conciencia política? ¿Defender el respeto a los derechos humanos? ¿Anunciar una “salvación eterna” sin mirar mucho ni poco las necesidades actuales?
Según vemos en estas preguntas, a la Iglesia reducida a ser una gran ONG, o mas coloquialmente una especie de agencia que reparte billetes para la eternidad.
Pues no, y aunque a muchos no les parezca, el objetivo de la misión es una salvación integral total, sin dualismos. Salvación para el individuo (hombre y mujer) que está llamado a encontrar su propia plenitud y salvación. Para la comunidad en cuanto tal que camine en la liberación del mal y de crecimiento en la verdad, y el bien. Y, sobre todo, recuperar la amistad perdida y siempre deseada con el Creador.
Y ¿Cómo, de dónde o de quién le viene esa salvación? Para el creyente, la respuesta está en la persona, mensaje, vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Ya como vemos en capitulo 28 del evangelio de san Mateo Él precisamente es el que envía: “vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos. Y enséñeles a obedecer lo que yo les he mandado a ustedes (Mt 28, 19-20).
Los Ámbitos y Lugares de la Misión
Por otra parte, hay quienes dicen, entre los cristianos, que el salir de tus fronteras geográficas, culturales, como dice el sentido más primitivo de Misión el cual reseñábamos en el parrafazo anterior ha terminado, puesto que el Evangelio ha sido predicado en todas partes y existen ya Iglesias locales en todos los continentes y países.
Por tanto ¿qué sentido tiene hoy enviar misioneros a otras latitudes, cuando aquí tenemos lugares alejados de la fe y con menos vocaciones? ¿No es más misionero el que colabora en una parroquia que el que colabora con alguna comunidad joven de África o de América? ¿No será mejor que cada uno colabore con el Reino allí donde vive,
Según Mnsr. Bruno Forte (Arzobispo de Chieti-Vasto (Italia), teólogo y eclesiástico) dice que la misión se realiza hoy en estos contextos fundamentales:
- En el mundo postmoderno, que prescinde de Dios y se cree el único erigirse en salvador de otros? protagonista de su historia.
- En el reverso de la historia: que se refiere a esa gran cantidad de gente que vive miserablemente, los millones de pobres del Sur.
- Las grandes religiones: Islam, hinduismo, budismo, sintoísmo.
- Las grandes ciudades: con sus guetos, sus reinos de la muerte, el pero, la miseria, las favelas. Sin servicios higiénicos o sanitarios, can grandes bolsas de droga…
- Los pueblos marginados en los cinco continentes.
- Las nuevas situaciones de sufrimiento humano: millones de refugiados, huidos de sus países. Millones de emigrantes, con desarraigo familiar, social, etc. Millones de desplazados dentro del mismo país. Millones de analfabetos, de mujeres maltratadas, sin derechos, afectados por las guerras, por estructuras económicas o políticas injustas.
Estas situaciones son tan distintas entre sí que la misión tiene que llevarse a cabo con respuestas diferenciadas. Nuestro muy querido y recordado papa Juan Pablo II acuñó las categorías de la actividad pastoral de la Iglesia, “nueva evangelización” y misión ad gentes”. Para hacernos ver que aunque estas categorías se entremezclan y no se dan de manera separada, están suficientemente diferenciadas entre si como para exigir carismas, actitudes y organizaciones diferenciados. Ya que no es de ninguna forma lo mismo plantearse la nueva evangelización en Latinoamérica que intentar anunciar el Evangelio en China, atender a los refugiados de Sudán que renovar la apertura a Dios en Suecia, por ejemplo. También existe diferencia entre ser misionero entre seguidores de las religiones africanas que entre los del hinduismo o las masas secularizadas de Occidente. Pero, sin embargo, en medio de todo eso, Juan Pablo II ha querido dejarnos claro el que no se confundan las cosas y que descubramos que la primera evangelización es la primera obligación de la Iglesia.
La iglesia necesita misioneros, pero misioneros que sean personas, que acojan como un gran tesoro el amor de Dios que les ha sido regalado gratuitamente y lo expresen gratuitamente, según los propios carismas y al servicio de los muchos grupos humanos que hoy, como siempre, los están esperando.
Métodos y estilos
Y en cuanto a los métodos se cuestiona el que parezca que se está colonizando, que se está imponiendo la superioridad de otros pueblos, culturas y religiones.
Es impresionante ver como en muchos ámbitos del mundo se incrementa el grito de una humanidad necesitada y deseosa de acoger el mensaje de la verdad y de amor, de perdón y de compromiso, de justicia y de apertura al Creador del que la Iglesia es heredera. Pero sin embargo la pregunta que nos queda es ¿Cómo?.
En cuanto a los cristianos, dice el Papa “podemos juzgar con certeza que el futuro nos ofrecerá la Epifanía de un nuevo aspecto de la plenitud de Cristo. Esto nos hará vibrar de alegría de poder colaborar de algún modo en las nueva y maravillosas formas de vida que Dios comienza a hacer crecer en la Iglesia”. (Juan Pablo II, viaje a Hungría, 1991) Por eso, hay que tener prudencia histórica y confianza básica, mente y corazón abiertos al Espíritu para percibir los caminos que la misión deberá correr. Así surgirán carismas nuevos que respondan a exigencias nuevas, según sean los retos planteados. Para eso deberán constar de los siguientes elementos:
- Actitud contemplativa: No perderse en la vorágine de los acontecimientos, informaciones, etc., sino que encuentren dentro de sí mismos una fuente de sabiduría y amor. Como siempre, la palabra válida saldrá del silencio.
- Conocer las diversas culturas: Abrirse a otras culturas y pueblos. Conocimiento no sólo cultural, sino amoroso. Ver lo positivo de ellas.
- Una apertura a los signos de los tiempos: Por ejemplo: la defensa de la dignidad humana, el nuevo papel de la mujer, la independencia de los pueblos, el valor de la libertas y autonomía, la solidaridad, la ecología, el rechazo a la guerra…
Estos valores son aunque no lo creas el resultado de muchos seres humanos, hombres y mujeres que movidos por la acción del Espíritu Santo. Y de igual forma la acción misionera debe sintonizar con ellos para que a su vez ellos colaboren a su expansión.
Por ultimo cabe decir que para que se de todo esto es necesario una contemplación cada vez más profunda del misterio de Cristo de manera especial el misterio Eucarístico: Al mismo tiempo que se contempla la acción de Dios en las culturas, en los grupos humanos, en la historia, el misionero debe beber cada vez más del río inagotable que es la persona de Jesucristo, fuente de agua viva y respuesta a los interrogantes del hombre y de los pueblos.
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