martes, 28 de julio de 2009

JESUCRISTO PRESENTE EN LA EUCARISTIA

Hermanos y hermanas en este tiempo he podido darme cuente y comprobar por muchas experiencias tanto ajenas como propias que ciertamente son varios los caminos por los que podemos acercarnos al Señor Jesús y así vivir una existencia realmente cristiana, es decir, según la medida de Cristo mismo, de tal manera que se llegue a cumplir lo que dice el Apostol Pablo en la carta a los Galatas "que sea Él mismo quien viva en nosotros (Gál 2,20).

Puesto que una vez ascendido a los cielos el Señor nos dejó como regalo su Espíritu. Y con su promesa asegura su presencia hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Es por esto que no nos debe quedar ninguna duda de que Jesucristo se hace realmente presente en su Iglesia no sólo a través de la Sagrada Escritura, sino también, y de manera más excelsa, en la Eucaristía.

ahora en otra parte del evangelio se nos muestran frases como venid a mí pero ¿Qué quiere decir Jesús con "venid a mí"? y a al mismo tiempo nos da respuesta puesto que Él mismo nos revela el misterio más adelante diciendonos lo que realmente es : "Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea en mí no tendrá nunca sed." (Jn 6, 35). No es otra cosa a mi parecer que un invitacion, ¡si! Jesús nos invita, nos invita a alimentarnos de Él. Y acaso no es en la Eucaristía donde nos alimentamos del Pan de Vida que es el Señor Jesús mismo.

no es meramente una forma simbólica

Aunque Cristo, podría haber hablando simbólicamente en otros pasajes, ya que Él dijo: "Yo soy la vid" y Él no es una vid; o "Yo soy la puerta" y Cristo no es una puerta.

Pero el contexto en el que el Señor Jesús afirma que "Él es el pan de vida" no es algo simbólico o alegórico, sino doctrinal. O en otras palabras, un diálogo con preguntas y respuestas como Jesús suele hacer al exponer una doctrina.

Es por eso que a las preguntas y objeciones que le hacen los judíos en el Capítulo 6 de San Juan, Jesucristo responde reafirmando si se quiere con autoridad el sentido inmediato de sus palabras. y lo vemos en una forma clara puesto que entre más rechazo y oposición encuentra, más insiste Cristo en un sentido único de sus palabras: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (Jn 6, 55).

Y aunque esto hace que los discípulos le abandonen (Jn 6, 66). Jesucristo no intenta retenerlos tratando de explicarles que lo que acaba de decirles es tan solo una parábola. Sino que por el contrario, interroga a sus mismos apóstoles al decirles: "¿También vosotros queréis iros?". Y Pedro responde: "Pero Señor... ¿con quién nos vamos si sólo tú tienes palabras de vida eterna?" (Jn 6, 67-68).

Fue en esos momentos en donde los Apóstoles entendieron el sentido inmediato de las palabras de Jesús en la última cena. "Tomó pan... y dijo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo." (Lc 22,19). Y ellos en vez de decirle: "explícanos esta parábola," tomaron y comieron, es decir, aceptaron el sentido inmediato de las palabras. Jesús no dijo "Tomad y comed, esto es como si fuera mi cuerpo, es un símbolo de mi sangre".


Alguno podría objetar que las palabras de Jesús "haced esto en memoria mía" no indican sino que ese gesto debía ser hecho en el futuro como un simple recordatorio, es decir, un hacer memoria como cualquiera de nosotros puede recordar algún hecho de su pasado y, de este modo, "traerlo al presente".

Pero, sin embargo esto no es así, porque memoria, es decir, anamnesis o memorial, en la Sagrada Escritura en el sentido empleado, no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. Es por eso que en la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales.

Así, pues, cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, ciertamente hace memoria del acontecimiento de la Pascua de Cristo y en ésta se hace presente: el sacrificio que el mismo Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, el cual permanece siempre actual (Hb 7, 25-27). Por ello la Eucaristía es un sacrificio (Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1363-1365), y San Pablo afirmando esto expone la fe de la Iglesia en el mismo sentido: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?". (1Cor 10,16). La comunidad cristiana primitiva, los mismos testigos de la última cena, es decir, los Apóstoles, no habrían permitido bajo ninguna circunstancia que Pablo transmitiera una interpretación falsa de este acontecimiento.

Finalmente, si fuera simbólico cuando Jesús afirma: "El que come mi carne y bebe mi sangre...", entonces también sería simbólico cuando añade: "...tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54). ¿Acaso la resurrección es simbólica? ¿Acaso la vida eterna es simbólica?

Todo, por lo tanto, favorece la interpretación literal o inmediata y no simbólica del discurso. No es correcto, pues, afirmar que la Escritura se debe interpretar literalmente y, a la vez, hacer una arbitraria y brusca excepción en este pasaje.

segun lo ya planteado en los parrafos anteriores nos lleva a preguntarnos que Si la misa rememora el sacrificio de Jesús, ¿Cristo vuelve a padecer el Calvario en cada Misa?

Y la carta a los Hebreos nos dice: "Pero Él posee un sacerdocio perpetuo, porque permanece para siempre... Así es el sacerdote que nos convenía: santo inocente...que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día... Nosotros somos santificados, mediante una sola oblación ... y con la remisión de los pecados ya no hay más oblación por los pecados." (Hb 7, 26-28 y 10, 14-18).

La Iglesia enseña que la Misa es un sacrificio, pero no como acontecimiento histórico y visible, sino como sacramento y, por lo tanto, es incruento, es decir, sin dolor ni derramamiento de sangre (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1367).Por lo tanto, en la Misa Jesucristo no sufre una "nueva agonía", sino que es la oblación amorosa del Hijo al Padre, "por la cual Dios es perfectamente glorificado y los hombres son santificados" (Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium n. 7). Y el sacrificio de la Misa no añade nada al Sacrificio de la Cruz ni lo repite, sino que "representa," en el sentido de que "hace presente" sacramentalmente en nuestros altares, el mismo y único sacrificio del Calvario (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1366; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios n. 24).

Y el texto de Hebreos 7, 27 no dice que el sacrificio de Cristo lo realizó "de una vez y ya se acabó", sino "de una vez para siempre". Esto quiere decir que el único sacrificio de Cristo permanece para siempre (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1364). Por eso dice el Concilio Vaticano II: "Nuestro Salvador, en la última cena, ... instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz." (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium n. 47). Por lo tanto, el sacrificio de la Misa no es una repetición sino re-presentación y renovación del único y perfecto sacrificio de la cruz por el que hemos sido reconciliados.

jueves, 2 de julio de 2009

SER COMO LA LANZA DE AQUILES, QUE HIERE Y SANA

SER COMO LA LANZA DE AQUILES, QUE HIERE Y SANA.
 
"Se dice eso de los males que causan finalmente algún bien, o de los inconvenientes que revierten al cabo en algún suceso positivo. En general, esto se puede usar para referirse a cosas que contienen en sí mismas el remedio para el mal que causan".